El pasado 19 de enero un periódico de tirada nacional se hacía eco de lo ocurrido en Granada. Un menor de 14 años atacó a su madre al quedarse sin conexión a internet. Cada vez es mayor el número de noticias que reflejan la violencia de los hijos adolescentes hacia sus padres. Los expertos plantean que es un problema al que, desde hace unos años, se le da importancia mediática. Muchos de esos casos sorprenden más pues no se tratan de hijos que han sufrido violencia por parte de sus padres. ¿Qué pasa o ha pasado en la relación entre padres e hijos para llegar hasta ese punto?
La adolescencia, los conflictos y la violencia
La adolescencia es una etapa complicada en la que pueden darse conductas problemáticas entre padres e hijos. En esta etapa de la vida la confrontación generacional entre los adolescentes y los padres es algo esperable y normal. Ahora los hijos quieren buscar su camino apoyándose en los amigos. Ya no les valen los consejos que les dan sus padres. Por eso surgen problemas entre los padres y los hijos adolescentes. Esas situaciones son tensas y complicadas para los padres pero son puntuales.
Cuando las peleas son reiteradas y pasan a ser una pauta habitual ya no se trata de algo normal. Los padres pueden pensar erróneamente que la violencia constante es normal en la adolescencia para minimizar el problema. Sin embargo, esos conflictos violentos reiterados indican que el proceso evolutivo no está teniendo lugar de manera sana. Si la violencia llega para quedarse en una casa, crecer se complica.
La violencia cotidiana y habitual hace que la balanza del amor y del odio se incline hacia el odio. La convivencia familiar llega a ser casi imposible. Los lazos familiares afectivos se deterioran cada vez más. En el momento en que la violencia está presente los miembros de la familia se ven inmersos en una espiral de tensión, miedo, vergüenza, culpa e incluso revancha. En esos casos los gritos y las peleas indican que el adolescente está pidiendo ayuda. ¿Para él? ¿Para otra persona de la familia? La violencia informa de las dificultades individuales y familiares.
Lo individual y lo familiar
Será importante situar la violencia en el contexto familiar en el que ocurre. También relacionarlo con las personas implicadas para romper con la idea de que es incomprensible. Comprender el sentido de la violencia a nivel individual y familiar abre la posibilidad de cambiar la situación familiar.
A nivel individual toma fuerza la idea de que el hijo puede usar la violencia para intentar separarse de sus padres. Intenta separarse dañándose y dañando. Luego se queda enganchado a la violencia pues pasa a ser una forma rápida de conseguir lo que quiere cuando quiere. Sin límites, sin espera, sin frustración.
Si bien los aspectos individuales del adolescente son importantes para explicar la violencia hacia sus padres no son la única explicación. Existen formas de relacionarse entre los miembros de la familia que pueden originar o mantener este tipo de problema. Eso no significa que los padres sean los responsables pero si son una parte fundamental para promover el cambio en la relación con su hijo. Ellos son los adultos y por lo tanto, los que pueden dar el primer paso para pedir ayuda y afrontar el problema.
A nivel familiar, no sólo son importantes las relaciones del adolescente con sus padres o hermanos. Aunque parezca menos obvio, las relaciones entre el resto de familiares también son relevantes en el problema. Por eso parte del tratamiento pasará por pensar sobre las relaciones familiares para poder cambiarlas.
Si estás viviendo una situación similar en tu familia, y tienes un hijo violento, no minimices el problema. El paso del tiempo puede hacer que la situación se complique. Pide ayuda para que la balanza del amor odio se incline hacia el amor.